Historia del café

Una taza de café. Un sorbo, y mil aromas. ¿No merece la pena pararse un momento a pensar sobre su historia y raíces?

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Muchas son las teorías sobre el auténtico origen del café, pero la más extendida nos sitúa en Etiopía, en la provincia de Kaffa.

Cuenta la historia de Kaldi, un pastor de cabras etíope. En una de sus andaduras, extenuado, vio como sus cabras empezaron a manifestar un comportamiento frenético. Al poco, descubrió que esa conducta se debía a unas bayas rojas de un arbusto. Se acercó, las probó, y al igual que ellas empezó a sentirse más enérgico y vigoroso.

Al volver, cogió unas cuantas y se las ofreció a un sabio, el cual las rechazó tirándolas al fuego. Ese gesto de despreció quedó revocado cuando el fruto se empezó a tostar y a desprender un aroma evocador. Optó por molerlas y hacer de ello una infusión, convirtiéndose en la -supuesta- primera taza de café.

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En los siglos V y VI D.C, los granos viajarán de África a Arabia, en su mayoría, por el puerto de Moca. Por estas fechas también se empezaron a hacer los primeros tostados de café en Yemen y Egipto ya que antes, sobre todo los esclavos, consumían sólo la parte carnosa de la cereza del café.

Saltamos al siglo XVI, cuando aparecieron las primeras cafeterías en el mundo musulmán. Dotaban al café de poderes místicos y debido a ello, no querían exportarlo a occidente.

 

Durante quinientos años se mantuvo el café en secreto, hasta que en el siglo XVII Baba Budan, venerable indio, en su camino a la Meca, tomó 7 semillas fértiles en Moca. Al volver, consiguió que esos granos llegasen a la India, que fueron plantados y cosechados. Así, hoy día Baba Budan es una figura venerada y conocido como el liberador del café.

En este mismo siglo, los holandeses obtuvieron el monopolio del café, plantando en sus colonias por la zona de Malabar, en la India, y Java, en Indonesia.

Cuando el café llegó a Europa de parte de los holandeses, causó gran furor. Pero cometieron un grave error: regalaron una planta a Luis XIV de Francia, algo extremadamente valioso por aquella época al convertirse el café en uno de los pilares del comercio.

Un oficial de la armada francesa, comido por la ambición, decidió robar un fragmento de la planta. Su objetivo sería llevarla a la colonia francesa de la Isla Martinica, en el Caribe, para competir en el mercado. Lo consiguió, y emprendió el viaje.

En su travesía, fue azotado por dMapaHistoriaCafé2uras ráfagas de viento e incluso invasiones piratas, pero finalmente pudo llegar a la isla. Allí el cafeto fue replantado y cuidado como si fuera un tesoro, hasta que creció y se multiplicó en el 1726, año el que se hizo la primera cosecha.

En 1727, el gobierno brasileño se empezó a interesar por el café y, con excusa de solucionar conflictos fronterizos, partieron a la Guayana Francesa. Las plantas de café estaban custodiadas, y ante tal dificultad, el teniente Francisco de Melo Palheta optó encandilar a la esposa del gobernador francés. Ésta le proporcionó al teniente un obsequio antes de volver, que ocultaba entre medias, escondida, una muestra de cafeto.

Gracias a esa muestra y con el paso de los años, Brasil se convirtió en el imperio cafetalero más grande del mundo, hasta el punto de, hoy día, producir un tercio de la producción mundial de café.


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